¿Qué le doy de comer?
Es una pregunta que se hacen muchísimas madres, y bastantes padres, conscientes de que la salud y la nutrición van de la mano. Ante todo, a cualquier edad, recuerda que para que los bebés y niños disfruten comiendo alimentos sanos, debemos enseñarles buenos hábitos dietéticos, no perder la paciencia si comen mal y valorar más lo que toman que lo que se dejan en el plato.
Alimentar a tu hijo no es sólo proporcionarle los nutrientes que necesita para que su organismo funcione bien.
Es mucho más que eso: a través de la comida tu pequeño recibe cariño, seguridad, nuevas experiencias y la sensación de compartir contigo algo muy agradable.
Por eso es fundamental que le críes siguiendo un patrón dietético adecuado, para que se habitúe a comer bien desde pequeñito (él aprenderá a comer según lo que tú le enseñes) y la comida contribuya a que su desarrollo físico, mental y emocional sea armonioso y equilibrado.
AL PRINCIPIO, SÓLO LECHE
La leche materna es el mejor alimento para el recién nacido. De hecho, la Organización Mundial de la Salud aconseja alimentarle con ella exclusivamente durante los primeros 6 meses y seguir manteniéndola, con la alimentación diversificada, hasta los 2 años.
Si optas por la lactancia natural, ponte a tu bebé al pecho nada más nacer. Así irá aprendiendo a agarrarse al pezón y podrá tomar el calostro, una sustancia muy rica en vitaminas y proteínas que segregan los senos antes de la subida de la leche, que aumentará sus defensas.
Si vas a criarle con biberones, o si tienes que cambiar del pecho al biberón, procura darle las tomas teniendo al niño en contacto con tu cuerpo, en tu regazo, incluso piel con piel, para transmitirle una sensación parecida a la que experimenta el bebé que toma pecho.
Al prepararle el biberón, respeta las pautas del pediatra y no le eches más cacitos de leche de los recomendados (podrías dificultarle la digestión y sobrecargar sus riñones).
Para saber si tu hijo está comiendo lo que necesita, habitúate a pesarle una vez a la semana (en la misma farmacia, a la misma hora y con el mismo tipo de ropa).
Y aun así, ten en cuenta que unas semanas ganará un poco más y otras un poco menos, y que como cada niño tiene una curva de peso según su constitución, es natural que no crezcan todos del mismo modo. Lo importante es que las curvas de talla y peso, al final de cada mes, hayan seguido su ascenso.
Llega una edad, en torno a los 6 meses, en el que las necesidades nutricionales del bebé hacen preciso darle otros alimentos, además de la leche. Puedes intuir que ha llegado este momento si tu pequeño se queda con hambre después de las tomas, pero debes consultar a su pediatra para introducir cualquier novedad en su alimentación.
LAS NOVEDADES, EN ORDEN
Para que tu hijo asimile las novedades en su dieta, además de consultar a su pediatra, debes seguir un orden lógico.
Lo habitual es empezar con el zumo de naranja diluido en agua, al 50%, y después ir acostumbrándole a los cereales sin gluten, las frutas, las verduras, la carne, el pescado, las harinas con gluten, el pan y la pasta. La yema de huevo, sobre los 10 meses. Y al cumplir el año, el huevo entero, la leche entera y las legumbres.
Es importante que respetes esta pauta, porque si le das gluten, huevo o pescado antes de tiempo, puedes provocarle alergia o intolerancia a ese alimento que su organismo aún no puede asimilar.
También es fundamental que le des las novedades a poquitos y de una en una, y que vigiles sus deposiciones: así sabrás enseguida si algún alimento le sienta mal y te será fácil eliminarlo o postergarlo.
ANTE SU INAPETENCIA, TU PACIENCIA
Ten en cuenta que el apetito de los bebés es muy variable y que desde la introducción de las verduras, sus ganas de comer parecen esfumarse. Además, los niños pasan por épocas de inapetencia que los nutriólogos consideran normales, y por otras en las que dicen no a la comida para reafirmar su personalidad.
En esos momentos críticos, jamás fuerces a tu hijo a comer (es contraproducente). Insístele con dulzura un par de veces, come con él para “animarle” y déjale comer a él solo, aunque se manche. Así, además de alimentarle, refuerzas la confianza que tiene en sí mismo y su autonomía.
Y si a pesar de tu “mano izquierda”, sigue empeñado en no comer, retírale el plato sin inmutarte. Así evitarás que te haga chantaje con la comida.
Sé muy paciente con él. Ya verás cómo, salvo que tenga una dolencia orgánica (y si es así, el pediatra te dirá cómo solucionarla), sus problemas de inapetencia se resolverán con el tiempo.
Fuente: Crecer Feliz